La ficción nunca es pura y la invención novelesca siempre es alimentada por la experiencia, ya se trate de la experiencia cotidiana o de hechos que se pueden encontrar en la vida, en la prensa y que uno siente el deseo de metamorfosear un poco en el marco de la novela. Pero yo no creo en la inspiración. No creo en la imaginación pura. Las novelas parten de cosas reales.
La historia es la ficción que inventamos para persuadirnos de que los eventos son conocibles y que la vida tiene orden y dirección
La unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino
La doctrina de los estoicos y de cualquier otra secta sobre la fuerza del sino es una quimera de la imaginación que se debe al ateísmo. Yo soy no sólo monoteísta, sino cristiano fortificado por la filosofía, que siempre ha sido útil.
Aparece a veces sobre la tierra una especie de continuación del amor en que aquel ávido deseo que experimentan dos personas, una hacia otra, deja lugar a un nuevo deseo, a una ansia nueva, a una sed común, superior, de un ideal colocado por encima de ellos, mas, ¿quién conoce ese amor? ¿Quién lo ha sentido? Su verdadero nombre es amistad.
La ciudad ideal es aquella en la que todo es escuela.
Las cosas de las que nos hablaba el profesor de Religión quedaban lejos de mí, en una serena irrealidad sagrada, muy bellas quizá y muy valiosas, no eran ni actuales ni incitantes, y aquellas otras cosas que me preocupaban lo eran precisamente en el más alto grado.
Mientras más realidad enfrentamos, más nos damos cuenta de que la irrealidad es el programa principal del día.
El que se encoleriza ente la posibilidad de no ser amado es un tirano. Si te arriesgas a hacer el mal para conseguir un placer, renuncia a ese placer. Si te arriesgas a ser un tirano por un amor, renuncia a ese amor
Cuán triste, largo y cansado, cuán angustioso camino, señala el ente divino al infeliz desterrado.