Pero mudo y absorto y de rodillas, como se adora a Dios ante un altar, como yo te he querido... desengáñate, ¡así no te querrán!
Al amanecer, mientras contemplaba absorto la luna, me pregunté hasta cuándo seguiría así. Dentro de poco me encontraré en alguna parte con otra mujer, me dije. Nos atraeremos de forma natural, como dos astros errantes. Entonces volveremos a esperar en balde un milagro, perderemos el tiempo, desgastaremos nuestros corazones y nos despediremos. ¿Hasta cuándo iba a seguir así?
Ver, percibir, es más que reconocer. No se identifica algo presente en términos de un pasado desconectado de este. El pasado es traído al presente de manera que ensancha y ahonda su contenido.
Lo sé: en alguna parte esta casa ha sido ya apuntada como dos números en una lista de víctimas y por buenas razones distraído voy a ti.
¡Ay madre! Cuando estemos satisfechos de comer, de hablar, de reírnos y maravillarnos, nos vamos cada uno a lo nuestro: yo a mi cama, donde distraído abro la esclusa intemporal del sueño, tú a tu tumba, donde susurra la hierba familiarmente con su voz de tiniebla y eternidad.