Toda nuestra vida la empleamos en ocuparnos de los demás; una mitad para amarlos y la otra mitad para hablar mal de ellos.
Bendito sea el hombre que se abstiene de hablar sobre algo cuando no tiene nada que decir al respecto.
La fe es un hecho en los que la poseen. Y les resulta inútil disertar sobre ella a aquellos que no la tienen.