Él murió como vivió: siempre trabajando para el mayor bien y, hasta el último momento, dispuesto a estirar la mano para ayudar a un niño con varicela de dragón tal como lo hizo el día que lo conocí.
Quiero que te muestres señor de la Vejez, a la que harás volver frecuentemente la vista atrás y si no ha dejado vestigios dignos la volverás molesta, triste, temerosa del juicio cercano de la próxima estación que la lleva al inexorable tribunal de Radamanto y harás así que sienta los horrores de la muerte antes de que ésta venga.
Y volver a los sitios en que me has abandonado, y ser asesinado allí donde te amé