Tan corta como es la vida, aún la acortamos más por el insensato desperdicio del tiempo.
Pues no hay idea de todo lo que desperdiciamos y dejamos abandonado a lo largo de veinticuatro horas, y que puede servir otra vez aunque sea como materia prima. Y el desperdicio es también una inmoralidad.
La actual preocupación casi histérica por la seguridad es en el mejor de los casos un derroche de recursos y un obstáculo para el espíritu humano, y en el peor de los casos una invitación al totalitarismo. Se necesita con urgencia educación pública.
El vicio es un derroche de su vida. La pobreza, la obedencia y el celibato son los vicios canónicos