Se me ocurre tu nariz sobre mi frente, tu boca sobre mi corazón, tus dientes clavados en mi aire y no se me ocurre decirte que te quiero porque resulta obvio entre silencios de rubor y palabras opiniones sobre lo que realmente no me importa ni me ocurre.
Si una nube lejana me saluda, si hay un ave que canta, si una muda y recóndita brisa inmola el desaliento de las rosas, si hay un rubor de sangre en la imprecisa hora crepuscular, yo me conturbo y tiendo mi sonrisa.