Se sintió orgulloso y feliz entonces: feliz de estar con ella, orgulloso de su gracia y su porte señorial. Pero ahora, después de reavivar tantos recuerdos, el primer contacto con su cuerpo, armonioso y extraño y perfumado, produjo en él un agudo latido de lujuria.
Lo que hace tan agudo el dolor de los celos, es que la vanidad no puede ayudar a soportarlo.
Nada suena tan estridente a los oídos del autor como el silencio de la crítica.