Cuelgue con cuidado una luna llena en occidente, digamos a tres cuartas sobre el horizonte respectivo. Sobre oriente inicie, lentamente, el ascenso de un sol brillante y poderoso
En el valle del Ródano me encontré a una muchachita casi desnuda que bailaba con su cabra; pedía caridad a un joven rico y bien vestido que pasaba por la posta, con un correo con galones delante y dos lacayos detrás de la brillante carroza. ¿Os imagináis que pueda existir la distribución de la propiedad? ¿Pensáis que no justifica los levantamientos populares?
Me senté, mirando aquel paisaje rico en bosques, refulgente con la luz majestuosa y melancólica que a cada momento disminuía más. Los rincones de la habitación se encontraban ya en sombras. Todo oscurecía y la lobreguez insensiblemente afinaba mi mente, de por sí preparada para lo siniestro. Esperaba a solas su llegada, que no tardó en ocurrir.
Una mujer al sol es todo mi deseo, viene del mar, desnuda, con los brazos en cruz y la flor de los labios abierta para el beso y en la piel refulgente el polen de la luz
Contemplando desde la ventana la fantasía de luz y color del resplandeciente mundo en que me desenvuelvo, totalmente desprovisto de ternura y de quietud, siento un repentino anhelo de paz, de comprensión.
Lo que desde ya sabemos afirmar de América es que estamos enamorados extrañamente de ella. Y ese amor, como todo gran amor, es una prueba. Prueba que arroja sobre nuestras incapacidades e imperfecciones una luz resplandeciente y cruel.
Todos los artistas tienen en común la experiencia de la distancia insondable que existe entre la obra de sus manos, por lograda que sea, y la perfección fulgurante de la belleza percibida en el fervor del momento creativo: lo que logran expresar en lo que pintan, esculpen o crean es sólo un tenue reflejo del esplendor que durante unos instantes ha brillado ante los ojos de su espíritu.
De la sangre ha salido muchas veces la hermosa libertad risueña y fulgurante
Plata fina y reluciente y oro puro si los hay... En el alma de la gente, de Argentina y Uruguay. No nos separa el río, no nos separará...
Tal vez, no hayas existido nunca y seas sólo un sueño luminoso de mi espíritu; pero tú eres un sueño más real que eso que los hombres llaman Realidad. Lo que ellos llaman así, es sólo una máscara oscura tras de la cual se asoman y miran los ojos de sombra del misterio, y tú eres el misterio mismo.
Llevamos luz dentro de nosotros, en el cuerpo, en el corazón y en la mente. Sobre todo, la luz de la mente nos permite comprender los procesos de la naturaleza y penetrar en lo íntimo de las personas, hasta en el misterio luminoso de Dios.
Tú eres luciente cristal, color de oro y nácar que encanta al mirar.
La poesía sigue proyectando su luz mortal y lacrimógena; luz vivificante del devenir humano dentro de sí mismo y no orientado hacia la conquista de nuevos metales cuya fusión dosificada estalle asolando tierras de cultura, tesoros anímicos penosamente acumulados, segando el más preciado, el más rutilante de los tesoros: la vida humana.
Tengo que agradecerte, Señor -de tal manera todopoderoso, que has logrado construir el más horrendo de los mundos-, tengo que agradecerte que me hayas hecho a mí tan bella en especial. Que hayas construido para mí tales tersuras, tal rostro rutilante y tales ojos estelares.
Riendo alegremente, me cogió de la mano y me llevó por toda la casa, que parecía estar vacía, hasta su cuarto. Hizo desfilar ante mí todas sus pinturas. Estas, su cuarto y su chispeante presencia me llenaron de una alegría maravillosa. No lo sabía yo entonces, pero Frida ya se había vuelto lo más importante de mi vida.