No considere a los colectivistas como idealistas sinceros pero engañados. La propuesta de esclavizar a algunos hombres por el bien de otros no es un ideal; la brutalidad no es idealista, no importa cuál sea su propósito. Nunca diga que el deseo de hacer bien por la fuerza es un buen motivo. Ni la impetuosidad ni la estupidez son buenos motivos.
El valor es el punto intermedio entre la cobardía y la impetuosidad irreflexiva.
Muchas veces, una cena ligera, un sueño tranquilo y una mañana serena envalentonaron hasta el heroísmo a un hombre que, con un estómago pesado, pocas horas de sueño y una mañana lluviosa, habría sido un cobarde.
El verdadero heroísmo está en transformar los deseos en realidades y las ideas en hechos.
La plegaria es la primera y la última lección para aprender el noble y bravío arte de sacrificar el ser en los variados senderos de la vida.