En romerías de bizkaínos rara vez ocurren riñas, y si acaso se inicia alguna reyerta, oiréis sanar una media docena de puñetazos y todo ha concluido; asistid a una romería española y sino veis brillar la traidora navaja y enrojecerse en el suelo, seguros podéis estar de que aquél día el sol ha salido por el Oeste.
Si no caminara cotidianamente en la navaja que separa las nubes del cielo y el infierno y fuera una mujer de lino en un país planchado, desarrollado, lleno de todo lo que aquí nos falta... Seguramente hubiera pasado a tu lado sin mirarte, sin que me vieras. Seguramente, ni vos ni yo estaríamos ahora sentados mirándonos, tocándonos, acariciando, como a un niño el tiempo.