El duende de tu son, che bandoneón, se apiada del dolor de los demás, y al estrujar tu fueye dormilón se arrima al corazón que sufre más.
Personalmente, cuando hablo solo con Dios y la Virgen, más que adulto prefiero sentirme niño. La mitra, el solideo, el anillo desaparecen; mando de vacaciones al adulto y también al obispo, para abandonarme a la ternura espontánea que tiene un niño delante de papá y mamá. El rosario, oración simple y fácil, a su vez, me ayuda a ser niño y no me avergüenzo de ello en absoluto
Este deseo sin límites me impulsa, como a un toro con anillo en la nariz y cadena en el anillo...
Hoy ceno contigo, hoy revolución...
Tú que frunces el ceño y lees estos poemas de mala gana, ojalá que sientas envidia de todos, envidioso, y que nadie te envidie a ti.
El puente colgante en lo alto y en todas direcciones balancea la lluvia fresca.