Toda alegría no es más que un olvido momentáneo de la tragedia esencial de la vida.
En sus 10 mandamientos, Dios olvidó mencionar a la naturaleza. Entre las órdenes que nos envió desde el monte Sinaí, el Señor hubiera podido agregar, pongamos por caso: Honrarás a la naturaleza de la que formas parte. Pero no se le ocurrió.