Tu lanza con confianza (al pitcher) y yo me encargo del resto, quien quita y el de atrás (el umpire) pegue el grito.
Cuando ven a un hombre que piensa libremente, los clérigos arman un alboroto similar al de las gallinas que descubren entre sus polluelos a un patito que se lanza al agua. No piensan que algunos viven tan seguros en este elemento como ellos en seco.
En 1978 quedó claro que las nacionalidades y regiones eran el punto de llegada y no un pistoletazo de salida en una subasta insensata para ver quién es más nación.
En el momento en que el tenista lanza magistralmente su bala, le posee una inocencia totalmente animal; en el momento en que el filósofo sorprende una nueva verdad, es una bestia completa.
El hombre que se lanza a la contienda pública y osadamente se expone a la luz meridiana en calles y plazas, no debe lamentarse ni protestar al verse examinado con microscopio y descrito en sus más minuciosos rasgos intelectuales, morales y físicos: sube al escenario, y todos adquieren derecho de aplaudirle o silbarle.
Si la persona no consigue producir, pobre, va a ser profesor. Entonces es aquella angustia para saber si el investigador va a tener un nombre en la plaza o va a dar clases la vida entera y repetir lo que los otros hacen
Recuerdo cómo salimos en tropel los jugadores de ajedrez...Y cómo, a medida que nos acercábamos a la plaza San Martín nos íbamos poniendo serios y éramos cada vez menos, y al fin, cuando crucé la plaza, me vi solo.
En 1978 quedó claro que las nacionalidades y regiones eran el punto de llegada y no un pistoletazo de salida en una subasta insensata para ver quién es más nación.