Señoras mías, tenedlo bien advertido y recordadlo siempre: vuestro mayor enemigo es la misma piedad vuestra, la cual os hace cometer la mayor parte de vuestros despropósitos.
El Hall había perdido su ritmo rutinario, y había un consuelo yo lo había advertido en otros hogares en duelo en las pequeñas tareas domésticas, realizadas a conciencia.