Un jardín, una cimbreante doncella, un cántaro de vino, mi deseo y mi amargura: he aquí mi paraíso y mi infierno. Pero, ¿quién ha recorrido el cielo o el infierno?
Así como cuando vivía Jesús iba usted, ¡Oh Madre!, con el cántaro sobre la cabeza a sacar agua de la fuente, venga ahora a tomar agua de la gracia y tráigala, por favor, para nosotros que tanto la necesitamos.