¿Quién conoce el fin? Lo que ha emergido puede hundirse y lo que se ha hundido puede emerger. Lo satánico aguarda soñando en el fondo del mar, y sobre las ondulantes ciudades humanadas navega el apocalipsis.
Un estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo.
Dos personas que se proponen entenderse la una a la otra hasta lo más hondo son como dos espejos frente a frente que se arrojan sin pausa, cada vez desde más lejos, sus propias imágenes, desesperados por ver más, hasta perderse en el horror de una distancia irremediable.
El amor es lo mejor que nos puede ocurrir. (...) Si es amor es normal perderse
¡Es preferible irse a pique que rendir el pabellón!
Lo que es distintivo en el hombre es la posibilidad de hundirse hasta el nivel de las bestias. Con todo, tiene también la posibilidad de llevar a alturas nuevas y sin precedente esa unidad de la sensibilidad y del impulso, del cerebro, el ojo y el oído, que ejemplifica la vida animal, saturándola con los significados conscientes que se derivan de la comunicación y la expresión deliberada.
El sueño de todo hombre es ser capaz de hundirse en los brazos de una mujer sin caer en sus manos.
¡Es preferible irse a pique que rendir el pabellón!
La vida no podía ser esa cosa que se nos imponía y que uno asumía como un arriendo, sin protestar. Pero ¿qué podía ser?... Debía haber una contraseña, algo que permitiera quebrar la barrera de la rutina y la indolencia y acceder al fin al conocimiento, a la verdadera realidad.
Ocurra lo que ocurra, pensé, la vida continúa igual, y hacemos las mismas cosas, y seguimos celebrando las pequeñas ceremonias anexas a nuestra comida, a nuestro sueño y nuestro asco. No hay crisis capaz de quebrar la corteza de lo habitual.