¡Hombre de América! Hombre torrente y cataclismo, con una mordedura de llamas en el pecho. ¡Naciste de una piedra que rodaba al abismo y eres un ventisquero con dos garras de helecho!
¿De qué tiene miedo? Aquí solamente estamos nosotros, el viento y los perros. La lista de los testimonios tranquilizadores no era, a decir verdad, muy feliz: el viento es parlanchín por definición, y el príncipe era a medias siciliano. De absoluta confianza solamente eran los perros y sólo porque estaban desprovistos de lenguaje articulado.
Cuando al fin la luz te llama, abandonas tu palpitar. Te asimilas con el viento y te lleva al nacimiento. Cuando vuele con mis alas, volaré hacia ti.