Tango querido de ayer, qué ventarrón te alejó. Junto con ella te has ido y hoy la trae tu evocación.
Con la misma indiferencia que corren las aguas por los ríos y pasa el viento del desierto, así un nuevo día se ha ido de mi existencia. Hay dos días por los cuales mi corazón jamás ha languidecido: ese que no ha llegado aún y ese que ya pasó
Cuando al fin la luz te llama, abandonas tu palpitar. Te asimilas con el viento y te lleva al nacimiento. Cuando vuele con mis alas, volaré hacia ti.
¡Hombre de América! Hombre torrente y cataclismo, con una mordedura de llamas en el pecho. ¡Naciste de una piedra que rodaba al abismo y eres un ventisquero con dos garras de helecho!
Y como si no bastara con el sueño que llevo en mi alma -y que henchida me empuja como un huracán de popa- otro sueño se proyecta en la pantalla, otro sueño de otra u otro que como yo...Se apresta a amar, ama, o recuerda haber amado.
Un suspiro de lucha da vida en medio de la muerte, somos un corazón ardiendo en rebeldía y como un huracán barreremos todas las injusticias.
Cuando hay una tormenta los pajaritos se esconden, pero las águilas vuelan más alto.
Si el viajero que se sentaba junto a la ventana no hubiera estado tan cansado del viaje y hubiera prestado un poco más de atención a los enormes copos que descendían del cielo como plumas, quizá hubiera podido sentir la fuerte tormenta de nieve que se acercaba y quizá, comprendiendo desde el principio que había iniciado un viaje que cambiaría toda su vida, habría podido volver atrás.