En general, las mujeres hablan desdeñosamente de los hombres tímidos, pero en el fondo les gustan. Un poco de aturdimiento lisonjea su vanidad y se sienten más fuertes; es una especie de tributo que se les paga.
El lujo de ser mejores que los demás hay que pagarlo: la sociedad exige un tributo que ha de pagarse en tiras de pellejo