Después, conforme los rebaños de Cristo fueron aumentando, los presbiteros se reuniron en asamblea para considerar que enseñanzas deberían impartir, e hicieron al pueblo pensar que estaba obligado a seguir sus doctrinas.
Cierta aristocracia, educada desde la infancia para considerar su nombre como una ventaja interior que nada puede quitarle, sabe que puede evitarse -pues nada le añadirían- los esfuerzos que sin resultado posterior apreciable hacen tantos burgueses por profesar sólo opiniones bien consideradas y frecuentar sólo a personas bienpensantes