Las palabras no tienen absolutamente ninguna posibilidad de expresar nada. En cuanto empezamos a verter nuestros pensamientos en palabras y frases todo se va al traste.
Cuando el Hijo de Dios, lleno de un amor infinito, se dignó verter su sangre preciosa por la salvación del mundo, llamó a todos los hombres hermanos, haciéndoles igualmente hijos de la Virgen María.