La soledad del poder consiste en saber que éste es siempre el último teléfono que suena. Y que yo tengo que decidir. No puedo trasladar la decisión a una instancia superior.
Al estar determinados por costumbre a trasladar el pasado al futuro en todas nuestras inferencias, cuando el pasado ha sido absolutamente y regular y unifome, esperamos el acontecimiento con la máxima seguridad y no dejamos lugar para la suposición contraria.