Los políticos necesitan los temores para controlar a la población. Los abogados necesitan los peligros para litigar y ganar dinero. Los medios necesitan historias de miedo para capturar al público. Juntos, estos tres estados son tan persuasivos que pueden desarrollar su labor incluso si el miedo es totalmente infundado, si no tiene la menor base real.
Cada civilización debe contender con una fuerza inconsciente que puede anular, desviar o revocar casi cualquier intención consciente de la colectividad.