El anarquismo es la única filosofía que aporta al hombre la conciencia de sí mismo, que sostiene que Dios, el Estado y la sociedad son inexistentes, que sus promesas son nulas y sin valor, ya que sólo pueden cumplirse a través de la subordinación del hombre.
Es falso que la igualdad sea una ley de la naturaleza. La naturaleza no ha hecho nada igual. Su ley es la subordinación y la dependencia.
La sociedad expresa, cada vez que puede, aspiraciones que el sistema político no registra cabalmente. Los ciudadanos, por exclusión, autoexclusión, desesperanza o sometimiento a la disciplina social, son rehenes de un mecanismo cuya sensibilidad está cada día más desmarcada del sentir popular.
La aptitud para romper con el hábito es un don excepcional. Y pareciera apropiado llamar inspiración al derrumbe de ese sometimiento poderoso, casi siempre súbito y siempre liberador. El término es antiguo, y aún para muchos, venerable.
El único elemento que puede substituir la dependencia del pasado es la dependencia del futuro.
La víctima depende del agresor, hay una dependencia emocional. Pero es que el agresor también depende de la víctima, porque basa su autoestima en la dominación