No soy más que un convencido soldado de lo verdadero. Si me equivoco, mis juicios están aquí, impresos, y dentro de cincuenta años se me juzgará a mí, se me podrá acusar de injusticia, de ceguera, de violencia inútil. Acepto el veredicto del porvenir.
El cura había parado el reloj de la iglesia. Sus ruedas dentadas no debían medir el tiempo del pecado. El silencio debería acusar al pueblo.