Con frecuencia es típico de esta lluvia caer de forma tan copiosa que resulta opresiva. En algunos momentos llegué a temer ahogarme, por estar el aire tan impregnado de agua. En otros, cuando el viento soplaba la lluvia, ésta era como una tormenta de arena que hace arder la piel y los ojos y a la vez enceguece.
La verdad que más patente surgía ante sus ojos era la de que su vida había sido muy dichosa, de que ella era una persona verdaderamente afortunada. Había disfrutado lo mejor de todo y, en un mundo en que tantos individuos se desenvuelven en circunstancias nada envidiables, constituía una ventaja el no haber padecido nada desagradable.