Yo voy al ideal de lo que debe ser toda edificación humana. Además de satisfacer su funcionalismo material, aún cuando en el programa no exista la búsqueda de una emoción espiritual, si el arquitecto puede darla, debe darla.
Un maestro zen, a punto de morir, está rodeado de sus discípulos. Éstos le preguntan solemnemente: Maestro, ¿cuáles son tus últimas palabras? Y el maestro responde: ¡¡No quiero morir!!. (Chiste que contó en La Belleza de Pensar, programa televisivo chileno de entrevistas).
Dos cosas llenan el animo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes, cuanto con mas frecuencia y aplicación se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado sobre mi y la ley moral en mi.
Lo que me sorprende en la aplicación de una educación realmente libertadora es el miedo de la libertad.