Seria bueno tener a alguien, a una mujer, pensó, mirando flotar el humo del cigarrillo sobre el agua. Cuando uno envejece se pone así. Pero no estando en casa durante tanto tiempo, sería duro para la que se quedaba atrás. Ya lo había aprendido.
Pequeñas mesitas laqueadas de rojo ponían al alcance de la mano chucherías de bronce. El aire aromatizaba simultáneamente a sándalo, a jazmín, a incienso y azahar. Piter se sentía embriagado de una esencia misteriosa más sutil, que parecía flotar permanentemente bajo el volumen de los olores inmediatos.