Yo soy un excelente comprador, sé comprar muy bien, no hay duda, pero no puedo vender; tendría usted que verlo cuando quiero deshacerme de alguna de mis cosas. Se precisa mucha más habilidad para hacer comprar a los demás que para comprar uno mismo.
El dinero puede comprar una cama, pero no las ganas de dormir; libros, pero no la inteligencia; alimentos, más no el apetito; una casa, más no un hogar; medicamentos, pero no la salud; lujos, pero no la cultura; diversiones, pero no la felicidad; un pasaporte a donde sea, pero no el Paraíso.
Déjenme en paz, déjenme dormir una sola noche sin mojar de lágrimas mi almohada, sin sentir que mi cabeza está a punto de estallar y sin que ardan mis ojos. ¡Déjenme marchar, déjenme abandonarlo todo, y sobre todo este mundo!
Con el dinero se puede comprar un lugar en el cementerio, pero no un lugar en el cielo.
Mira, tengo ya mucho dinero en cajas fuertes, en un banco de Freeport, que se está malgastando. Lo voy trayendo poco a poco cada vez que necesito comprar material y pagar a los que trabajan para mí. Encontrar a los ayudantes adecuados hoy en día es un problema. A mí me lo hace una azafata de la que creo que me puedo fiar.
La faceta ridícula que veo en el amor siempre me impidió entregarme a él. He deseado, en ocasiones, seducir a una mujer, pero con sólo pensar en el aspecto extraño que en esos momentos debía de tener, me entraban ganas de reír. Tanto es así que mi voluntad se derretía al fuego de la ironía interior, y dentro de mí cantaba el himno de la amargura y de la irrisión.
Los editores tienen la responsabilidad de seducir a su audiencia con la verdad. Por esta razón es que intenté hacer de Colors una revista tan sexy y atractiva como fuera posible, como los caramelos o los canapés, tan suculentos que no puedes resistirte.