¡Cuán fácil es dejarnos arrastrar por aquello que nos es fácil! Así yo, puesto a escribir novelas, me hallé cautivo de ellas y tan contento como el pez en el agua.
Pensar en Riobamba es limpiar la frente de toda escoria para imantarla con presagio lustral de ideales grandes. La amo con los cánones del alma, estoy cautivo en su piedra, su brisa, su paisaje...
El vizcaíno es emprendedor ; el español nada emprende, a nada se atreve, para nada vale (examinad el estado de sus colonias). El vizcaíno no vale para servir, ha nacido para ser señor; el español no ha nacido para más que para ser vasallo y siervo. El vizcaíno degenera en carácter si roza con el extraño; el español necesita de cuando en cuando una invasión extranjera que le civilice.
Mientras fueres solamente temido, tantos enemigos como súbditos tendrás; si amado, ninguna necesidad tienes de guarda, pues cada vasallo te será un alabardero.
El jefe maneja a la gente; el líder la prepara. El jefe masifica a las personas, las convierte en número y en fichas deshumaniza súbdito por súbdito hasta quedarse con un rebaño sin rostro ni iniciativa. El líder conoce a cada uno de sus colaboradores, los trata como personas, no los usa como cosas.
El deber de cada súbdito pertenece al rey, menos su conciencia.
El individuo que tiene que justificar su existencia por su propio esfuerzo es un eterno sirviente de sí mismo.
El gobierno no es una razón, tampoco es elocuencia, es fuerza. Opera como el fuego; es un sirviente peligroso y un amo temible; en ningún momento se debe permitir que manos irresponsables lo controlen.
Me han enseñado a creer que el Dios de los cristianos no era este servidor cobarde y ambiguo de la gente, sino el creador y defensor sin piedad de la verdad. Se conoce que esto me ha echado a perder. ¡Siempre he tomado a mis maestros tan en serio!
Sire gritó el fiel servidor del más poderoso de los monarcas, las desgracias han llegado al colmo; las bestias feroces, que no os respetarían más que a un asno muerto, han caído sobre vuestros camellos.
La nobleza del plebeyo consiste en no avergonzarse del nombre de su padre.