No soy un perfeccionista en absoluto. Me encantan los fallos. Me encantan los errores. Me encanta lo bizarro. Me encanta la gente con carácter. Me encanta perder dientes. Amo la belleza porque tus ojos están descentrados. ¿Y cómo puedes notar eso en el bullicio de la ciudad? Por eso me gusta el vacío.
Allí están las ventanas que te dan un pretexto para abrir bien los brazos. Asómate al marítimo bullicio de las calles. ¿No oyes una sirena que llama desde el puerto?
El brío del texto (sin el cual en suma no hay texto) sería su voluntad de goce: allí mismo donde excede la demanda, sobrepasa el murmullo y trata de desbordar, de forzar la liberación de los adjetivos que son las puertas del lenguaje por donde lo ideológico y lo imaginario penetran en grandes oleadas.
En la pradera yo me quiero quedar, con el murmullo del agua que va, por los arroyos sin parar de cantar, cuando hay viento nos vamos todos a bailar.
No había trinos de aves ni susurro de arroyos ni chismes de ardillas. Pero el viento tocaba una música ocasional que suplía en calidad lo que le faltaba en cantidad.
Con gratitud sentimos el susurro leve de las gotas con que el vestigio de un destello nos cae de las copas y oímos y miramos en instantes mudos golpear en el suelo los frutos maduros.
No hay por qué ser esclavos de esos fingidores, que hay tantos falsos devotos como falsos valientes, y así como no se ve qué, allí donde el honor los conduce, los verdaderos valientes sean los que más bullicio hacen, así los buenos y verdaderos devotos, merecedores de que se sigan sus huellas, no son los que tanto gesticulan.
Muy pronto la televisión, para ejercer su influencia soberana, recorrerá en todos los sentidos toda la maquinaria y todo el bullicio de las relaciones humanas.
Para ella felicidad y vida son una y la misma cosa. Y éstos son sus poemas. Por supuesto, los poemas de una salvaja no son piedras preciosas. Sus poemas son sencillamente piedras que ruedan por el fondo de un río de cauce siempre cambiante, son el murmullo de esas piedras trashumantes por su vereda de agua.
Sublime sueño de amor, acuno en mi sentimiento, y el murmullo de tu aliento me sabe a gloria de Dios.
Porque cuando nos elevamos del caos, aspiramos a la verdad, la perfección y la sencillez; pero, cuando reflexionamos y nos volvemos hacia dentro, viniendo de arriba, encontramos la tristeza y la desilusión, y el susurro del viento.
Con gratitud sentimos el susurro leve de las gotas con que el vestigio de un destello nos cae de las copas y oímos y miramos en instantes mudos golpear en el suelo los frutos maduros.