Cuando todo lo que queremos de una persona es su cuerpo y, en el fondo, no queremos su mente, su corazón ni su espíritu (todos ellos inhibidores de los fluidos procesos de la era de las máquinas), reducimos esa persona a una cosa.
Si las piedras hablaran, yo les pediría a estos lugares que me hablasen del pasado, que me dijeran si es verdad que este cuerpo destrozaba las montañas, si este corazón enfermo, no cesaba de palpitar, y esta boca de reír. Si estos sentimientos no conocían el dolor, y si esta imagen no era un adorno para cada corazón. Una vez más, ¡Que Dios perdone al tiempo!