Estudiado en conjunto, el arroyo se desvía a un lado y a otro como las gotas que lo componen. Su masa, contenida por una piedra o un tronco de árbol que obstruye su lecho, se desvía un poco y va a chocar contra una orilla.
Nadie acepta ser viejo porque nadie sabe serlo, como un árbol o como una piedra preciosa.
Un hombre le había injuriado malamente y no tomó pena ni se movió por ello, y como un amigo suyo se maravillase mucho, díjole: A mí no me dice mal, porque lo que dice no me compete a mí ni en mí se hallará. Al revés lo hace ahora el común de la gente que más se altera cuando no merece las injurias que se les dicen.
A los antiguos poetas, Vacerra, tan sólo admiras y no alabas a otros sino a los muertos. Perdona, Vacerra, te lo ruego: no merece la pena que yo muera, para gustarte.
No hay peñasco sin nombre.
Los pueblos, los hombres se enfrían por ausencia de espíritu. Pero estamos nosotros, con pedernal y yesca, con melodías y cantares, poemas y reflexiones, alto desvelo y sueños de todo tipo, para entibiar las horas de aquellos que no quieren congelarse todavía.
Sin pasión, el hombre sólo es una fuerza latente que espera una posibilidad, como el pedernal el choque del hierro, para lanzar chispas de luz