Todos los días miro los obituarios de los periódicos y me fijo sobre todo en la edad del muerto. La mayoría es más joven que yo. Me asusto y pienso: a lo mejor se han olvidado de mí.
Lo que es bueno y útil para la humanidad como un todo, e incluso aquello que lo es para el ser humano individual, ha sido completamente olvidado bajo la presión competitiva de las personas entre sí.
En este mundo de información, de técnica, el pobre está marginado del circuito económico.