¡Oh gentes del mundo! Construid en todos los países casas de adoración en el nombre de Quien es el Señor de todas las religiones. Hacedlas tan perfectas como sea posible en el mundo del ser, y adornadlas con lo que es digno de ellas, no con imágenes ni efigies. Entonces, celebrad allí, con júbilo y alegría, la alabanza de vuestro Señor, el Más Compasivo.
Mi retorno a casa me produjo un júbilo estético imposible de describir (...) Fue como si hubiese vuelto a nacer.
¡Qué delicioso alborozo sentía correr por mis venas, cuan agradablemente todo mi ser respondía a las vibraciones y efluvios de aquel día gris saturado de una esencia primaveral, que en sí parecía lenta en percibirse!
Nada apetezco y nada aspiro y viviré contento con un pan y un libro
Un día le miraron las manos y le dijeron que él no servía como delantero, que su futuro estaría como arquero. Recuerdo que ese día llegó muy contento y me dijo: Vieja, me voy para la portería, y ahí empezó su carrera. Blanca Rodríguez, madre de Miguel Calero.
Por ruego de aquél punteaba en ocasiones para alguna endecha antigua o espinela amorosa las cuerdas de la guitarra. ¡Ah galardones de la dicha expresa en versos campesinos! ¡Ah tristes ingenuos que resucitaban infortunios, porque el amor, como el vino, revive las penas!
El desarrollo de la tecnología pone en crisis el principio mismo de la empresa privada, pues sólo unas cuantas gigantes están en condiciones de disponer de las inmensas sumas de capital necesarias para utilizar dicha tecnología.
Los problemas más importantes y urgentes de la tecnología de hoy no son tanto la satisfacción de las necesidades primarias o de los deseos arquetípicos, como la reparación de los males y daños forjados por la tecnología de ayer.
Doquiera dirigimos nuestra mirada, vemos que los pueblos de avanzada cultura han puesto en marcha un sistema de amplias previsiones para la satisfacción de las necesidades humanas.
Si eres feliz, escóndete. No se puede andar cargado de joyas por un barrio de mendigos. No se puede pasear una felicidad como la tuya por un mundo de desgraciados.
La felicidad está hecha de una sustancia tan liviana que fácilmente se disuelve en el recuerdo, y si regresa a la memoria lo hace con un sentimiento empalagoso que la contamina y que siempre he rechazado por inútil, por dulzón, y en últimas por dañino para vivir el presente: la nostalgia.
La habitual indiferencia de que alardeaban los detectives de homicidios quedaba superada por la emoción del momento. Me sorprendió su apasionamiento. No comprendía exactamente si aquella atrocidad por sí sola había conmovido sus sentimientos o si la naturaleza religiosa del ofensivo objeto contribuía a su reacción.
La emoción trágica, efectivamente, es una cara que mira en dos direcciones: hacia el terror y hacia la piedad, y ambos son fases de ella.
Luis Juez cumplió 44 años. Lo festejó junto a su hermano mellizo, aunque por las sospechas de fraude, sin demasiado entusiasmo y confesó: Tuvimos que usar un matafuego porque ya no teníamos aire ni para apagar las velitas
Toda mirada era un festejo de sol, de estar de abismo iluminado.
El boxeo es una celebración de la religión perdida de la masculinidad, tanto más contundente por estar perdida.
La celebración del rencor no hace daño a la persona contra la que se celebra el rencor, sino que perjudica a la persona que lo ejerce.
Ni con lisonja, ni con la mentira, ni con el alboroto se ayuda verdaderamente a una obra justa.
Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte, dando a aquel país una colonia militar. De otro modo Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aún cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos aunque demasiado merecidos
Es fuego amor que no se siente arder, es herida que duele y no se siente; es un contentamiento descontente; es dolor que no atina sin doler.
No hay contentamiento más cierto que el que no se puede quitar.
La religión es una potencia armonizadora, consuelo de los desgraciados y freno de los favorecidos de la fortuna
Si hay palabras y agravios como cuchillos, cuyas profundas heridas nunca cicatrizan ultrajes cortantes e insultos de dentado y venenoso filo, hay también palabras de consuelo demasiado dulces para el oído receloso, y cuyo eco perdura en nuestra memoria: detalles que son como caricias...
¡Oh bienaventurado, que sin ira, sin odio, en paz estás, sin amor ciego, con quien acá se muere y se suspira, y en eterna holganza y en sosiego vives y vivirás cuanto encendiere las almas del divino amor el fuego!
Hemos conocido la amargura de la derrota y la exultación del triunfo, y de tanto que hemos aprendido no puede haber vuelta atrás. Tenemos que seguir adelante para preservar en paz lo que ganamos en la guerra.