Siempre es más fácil escuchar una ofensa y no reaccionar que tener el coraje de enzarzarse en un combate con alguien más fuerte.
Pero la idea fundamental era la misma: crear un programa que obligase al computador a actuar emocionalmente, como una persona. (...) Cada uno de los programas podía reaccionar con tres estados diferentes: amor, miedo e indignación, y con tres iniciativas: acercamiento, retirada y ataque. Todo ello, naturalmente, era abstracto en extremo.