Pero el poderoso enemigo de las perturbaciones mentales en un solo instante puede condenarme a ese lugar donde hasta las cenizas del Monte Meru serán consumidas sin dejar rastro alguno.
Los únicos que conocen la verdadera soledad son los criminales. Su soledad es una lúgubre tiniebla, toda oscura, sin ningún toque de luz ni rastro de iluminación, en la cual la moral y la religión están vedadas desde el comienzo.