No hay calamidad peor que las órdenes emanadas del soberano que reside en la corte.
El acto de defensa es ya un ataque. Las armas para la defensa son siempre un pretexto para los que instigan las guerras. La calamidad de la guerra se origina en el fortalecimiento y potenciación de las distinciones sin sentido entre yo/otro, fuerte/débil, atacar/defender.
No hay ventura ni desgracia en el mundo, sino la comparación de un estado con otro, he ahí todo. Sólo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es preciso haber querido morir, amigo mío, para saber cuán buena y hermosa es la vida.
Ser abatido por ráfagas de ametralladora, como parecía ser mi suerte, no debía considerarse como un infortunio singular, quizás no era 'un bel morir', como lo reclamaba Segismundo Malatesta; pero en las actuales circunstancias del país y del mundo, una muerte así podía no ser un sacrificio inútil, sino la creación de un símbolo que convocara un movimiento de restauración
Ve en derechura al hecho, pausadamente, y aporta por anticipado las medidas que deben adoptarse para paliar cualquier contratiempo y reducir las consecuencias a su mínima expresión
Por los jóvenes hemos de estar dispuestos a soportar cualquier contratiempo y fatiga.
Si en España se hubiera estudiado, analizado y debatido el error que resultó de Trafalgar, no se habría repetido el desastre del 98, la guerra de Irak o el 11-M; el saber historia da la lucidez y el conocimiento suficiente para no repetir errores; pero aquí no interesan la historia ni la memoria, porque no dan dinero ni votos.
Si no tomamos conciencia del desastre ecológico que el hombre ha desatado en nuestro planeta las consecuencias serán terribles. (... ) Todos debemos comprometernos a luchar sin descanso por la rehabilitación del aire, el agua y la tierra.
Ese verano fue testigo de la extinción de nuestras esperanzas, el buque de la sociedad naufragó, y la destartalada balsa encargada de llevar a los pocos supervivientes por el mar de la desgracia se desarmaba y recibía los embates de las tempestades.
Un hombre es la suma de sus propias desgracia. Podría creerse que la desgracia acabará un día por menguar, pero entonces es el tiempo el que se vuelve desgracia.
Somos naturaleza. Poner al dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe
La poesía de mañana, después de la catástrofe del mundo, habrá de ser reflejo del temblor universal.
Sigo creyendo que la paz, abundancia y felicidad se pueden lograr de algún modo. Soy un tonto.
La paz y la abundancia engendran cobardes; la necesidad fue siempre madre de la audacia.
Siendo su verdadero interés la negación de la cosificación, el espíritu se desvanece cuando se consolida como un bien cultural y es distribuido con fines de consumo. El alud de informaciones minuciosas y de diversiones domesticadas corrompe y entontece al mismo tiempo.
Esta avalancha humana: libra una batalla, librará una batalla; vencerá a la oligarquía liberal y aplastará a la oligarquía conservadora.
La cultura sucumbe bajo el volumen de la producción, la avalancha de letras, la locura de la cantidad. Por ese motivo te digo que un libro prohibido en tu país significa infinitamente más que los millones de palabras que vomitan nuestras universidades
No llores por mí, Pensad en la pestilencia y la muerte de tantos otros
La mentira extiende descaradamente sus alas y la verdad ha sido proscripta; las cloacas están abiertas y los hombres respiran su pestilencia como un perfume.
Y añadió que empezaba a tener esperanzas, e incluso más que esperanzas: la crisis de la infección había pasado y ésta, señaló, se iba. Y las cosas ocurrieron así. El registro de la semana siguiente, la última de septiembre, indicó una disminución de dos mil, por lo menos.
Castigar es usurpar un derecho divino. La justicia humana que se apodera de los criminales no tiene por fin vengar a la sociedad, pero sí protegerla del contagio y de la infección de la culpa. Todo crimen es una enfermedad. La acción de los tribunales sobre los delincuentes, aunque no siempre cese de hecho cesa de derecho en el momento en que termina la curación.
La total ceguera espiritual para todo lo bello que hoy se extiende tan rápidamente por todas partes, es una enfermedad mental que debe ser tomada en serio aunque más no sea porque es correlativa de una insensibilidad frente a lo éticamente execrable.
El aburrimiento es la enfermedad de las personas afortunadas; los desgraciados no se aburren, tienen demasiado que hacer.
La adicción es tal vez una enfermedad del espíritu.
En este final de siglo, la enfermedad de Occidente es la de la abundancia: Tener todo lo material y haber reducido al mínimo lo espiritual