Es el valor de un reino decadente donde el país que vela por la paz mundial es el que mas armas vende.
Confundir esto, que era una experiencia religiosa para ampliar los estados de percepción, con una cosa para divertirse y pasar el rato es la triste degradación propia de nuestra decadente civilización occidental.
Cree que todas las cárceles son crueles e inadecuadas, y que de acuerdo con la Octava Enmienda, todos los presos deberían ser puestos en libertad. Afortunadamente, ahora forma parte de una minoría, una decreciente minoría.
Hay una catedral descendente y un lago ascendente. Hay un pequeño carruaje abandonado en el soto, o bien bajando a toda prisa por el sendero, adornado con cintas. Hay una compañía de cómicos ambulantes, vestidos para la representación, divisados en el camino por entre la linde del bosque. Hay siempre, en fin, cuando se tiene hambre y sed, alguien que llega y os echa de allí.
La política se degrada, conviértese en profesión. En los pueblos sin ideales, los espíritus subalternos medran con torpes intrigas de antecámara. En la bajamar sube lo rahez y se acorchan los traficantes.
Debe señalarse que los principios religiosos sufren una suerte de flujo y reflujo en la mente humana y que los hombres tienen una tendencia natural a elevarse de la idolatría al monoteísmo y a recaer de nuevo del monoteísmo en la idolatría.
Hay tres cosas que jamás he podido comprender: el flujo y reflujo de las mareas, el mecanismo social y la lógica femenina.