Yo siempre traspaso los buenos consejos que me dan. Es para lo único que sirven.
El mundo fue más hermoso desde que me hiciste aliada, cuando junto de un espino nos quedamos sin palabras ¡y el amor como el espino nos traspasó de fragancia!
El hombre, a quien el hambre de la rapiña acucia, de ingénita malicia y natural astucia, formó la inteligencia y acaparó la tierra. ¡Y aún la verdad proclama! ¡Supremo ardid de guerra!
A juzgar por la actitud de los hombres y mujeres de la calle el otro día, y la de mi hermano estos últimos días, la cosa es poco más o menos segura: quieren que me saque el cinturón, lo amarre a un poste y me cuelgue. Nadie los llamará asesinos y, sin embargo, verán colmados sus deseos secretos.