Ella es toda la paz, reservada, todos los deseos apasionados, el trueno elocuente de los soles nuevos, alegres, gritando en voz alta su alegría.
¿No fue tu voz la que habló en mis Diez Mandamientos? ¿Quién temerá el fulgor de tu rayo, ¡Oh Señor!, si el trueno de tu cólera puede ser aplacado por el gorjeo de un pájaro?