¿Quién no conoce la divertida historia del niño caprichoso que despertándose a media noche, grita desde su cama: Quiero el rinoceronte ? Un niño más juicioso, en vez de despertarse y alborotar, hubiera soñado que jugaba con el deseado animal.
No hay un cretino que no haya soñado ser un gran hombre, ni un burro que, al contemplarse en el arroyo junto al que pasaba, no se mirara con placer, encontrándose aires de caballo.