Enseguida un cantante que haga canciones de amor es un maricón. ¡Yo no soy maricón! Muchas veces me dan ganas de decir, y si lo fuera, ¿qué? Pues no pasaría nada. Va directamente relacionado con la inteligencia y la cultura de cada uno.
La inteligencia da bondad, justicia y hermosura; como una ala, levanta el espíritu; como una corona, hace monarca al que la ostenta.
Las personas pueden ser extraordinariamente sagaces respecto a las carencias de sus amigos, esposas o hijos. Pero no tienen la menor percepción sobre sí mismas. Aquellas que ven con fría lucidez el mundo que las rodea no albergan más que fantasías en cuanto a su propia realidad. El conocimiento psicológico no sirve de nada si uno se mira en el espejo.
La tradicional lucidez de los depresivos, descrita a menudo como un desinterés radical por las preocupaciones, se manifiesta ante todo como una falta de implicación en los asuntos que realmente son poco interesantes. De hecho, es posible imaginar a un depresivo enamorado, pero un depresivo patriota resulta inconcebible.
Debemos vivir cada día con una suavidad, un vigor y una agudeza del reconocimiento que, a menudo, se pierden cuando el tiempo se dilata ante nosotros en un panorama constante de más días y meses y años por venir
La ciencia que es por naturaleza hipotética, se ha convertido en dogma, y como ha visto con agudeza Simone Weil, es el dogma de nuestro tiempo.
Los hombres de carácter suelen convertir en ley las flaquezas. Hay gente con conocimiento del mundo que ha dicho: La sagacidad tras la que se oculta el miedo resulta invencible. Los hombres débiles tienen a menudo ideas revolucionarias; piensan que estarían bien si nadie los gobernase, y no sienten que son incapaces de gobernarse a sí mismos y a los demás.
El valor y la sagacidad son tan comunes en los salteadores de caminos como en los héroes.
El que con perspicacia reconoce la limitación de sus facultades, está muy cerca de llegar a la perfección.
Quien con perspicacia declara su limitación se halla muy cerca de la perfección.
Me hago la autopsia a mí mismo. Sin piedad. Me tumbo en la mesa del quirófano y examino todos mis sentimientos y mis recuerdos con la esperanza de que la culpa sea también mía, de que me haya equivocado, de que no haya amado a Anna, de que no la haya amado lo suficiente, de que no haya sido lo bastante hábil o astuto...Porque quizá necesitemos también astucia para el amor.
...y no te asombres de mi astucia sino de tu ignorancia que la hace resaltar.
La poesía de sus costumbres y de sus creencias, de las que mucho se habla, la dejaron en la orilla del océano; acá solo trajeron malos hábitos, viveza y bellaquería, y si no nuestro Leonardo puede decir alguna cosa al respecto.
León repuso con viveza que casi nadie es capaz de comprender a los seres que tienden hacia un ideal.