Filipo estuvo más seguro en el campo de batalla que en el teatro, evitó muchas veces caer en manos de sus enemigos, pero no pudo evitar caer en manos de los suyos.
En el campo -seguía pensando-, los dioses se acercan a los hombres, uno es algo y vive su vida; no obstante, en la ciudad, donde tienen lugar miles de acontecimientos más, nadie es ya capaz de relacionarse con ellos: así comienza la célebre abstracción de la vida.