El poeta es un cultivador de grietas. Fracturar la realidad aparente o esperar que se agriete, para captar lo que está más allá del simulacro.
Mi padre cultivaba mandarinos y yo me instalé en una cabaña en la montaña y empecé a vivir una vida muy simple y primitiva. Pensé que si aquí como cultivador de mandarinas y cereales, podía realmente demostrar mis pensamientos el mundo los reconocería como ciertos. En vez de ofrecer cientos de explicaciones ¿No sería el mejor método poner en práctica esta filosofía?
Cava la tierra y hallarás un tesoro, sólo que debes cavar con la fe de un labriego
Un jardinero que cultiva su propio jardín, con sus propias manos, une en su persona los tres personajes, de propietario, agricultor y obrero. Su producción, por lo tanto, debe rendirle la renta del primero, la ganancia del segundo y el salario del tercero
El verdadero agricultor procurará aprovechar su parcela, no explotarla.
Hacer la revolución no es ofrecer un banquete, ni escribir una obra, ni pintar un cuadro o hacer un bordado; no puede ser tan elegante, tan pausada y fina, tan apacible, amable, cortés, moderada y magnánima. Una revolución es una insurrección, es un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra. Informe sobre la investigación del movimiento campesino en Junán.
Nuestros paladines de la pequeña burguesía quieren precisamente que se conserve la sujeción del campesino a la tierra, pero rechazan el régimen de la servidumbre, el único que garantizaba esta sujeción y fue desterrado sólo por la economía mercantil y por el capitalismo que la hicieron imposible.
La historia es un puro engaño; permanece tal como la maquilló y amañó algún gran escritor. Aun si halláramos unas Memorias que demostraran hasta la evidencia que Tácito sólo escribió imposturas al contar las virtudes de agrícola y los vicios de Tiberio, agrícola y Tiberio seguirían siendo tal como los hizo Tácito.
La tarea central de nuestra construcción económica es desarrollar la producción agrícola e industrial, el comercio con las regiones exteriores y las cooperativas.
Recuerdo que, a la muerte de Pío XII, nos decíamos: ¿quién podría alcanzar sus cotas de sublimidad y trascendencia? Entonces vino Juan XXIII, un anciano regordete y bajito que al sentarse mostraba los pantalones debajo de las vestiduras sagradas. ¡Y ese hombre rústico nos trajo la renovación de la Iglesia!