Hay un brillo del Sol y otro de la Luna; uno del fuego y otro del agua. Todos fueron dotados de luz por Cristo, arquitecto del mundo.
Aunque digan o hagan lo que quieran es preciso que yo sea un hombre de bien; lo mismo que el oro, la esmeralda o la púrpura, digan o hagan lo que quieran los hombres, tendrán su brillo propio
En cuanto al recuerdo de Rodolphe, había descendido a lo más recóndito de su corazón, y allí permanecía, inmóvil y solemne, como momia regia en su subterráneo. De aquel gran amor embalsamado se escapaba un efluvio que, atravesándolo todo, aromaba con su ternura el inmaculado ambiente en que quería vivir.