Y cuando la montaña de la vida nos sea dura y larga y alta y llena de abismos, amar la inmensidad que es de amor encendida ¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!.
Con frecuencia es típico de esta lluvia caer de forma tan copiosa que resulta opresiva. En algunos momentos llegué a temer ahogarme, por estar el aire tan impregnado de agua. En otros, cuando el viento soplaba la lluvia, ésta era como una tormenta de arena que hace arder la piel y los ojos y a la vez enceguece.