Hombres de amianto cruzan sin chamuscarse los incendios de inoperancia que han encendido
Cada vez está más triste y más violento el corazón de Canek. Antes hablaba y decía su pensamiento. Ahora casi ha enmudecido; aprieta los puños y se va solo por los caminos de espinas, de piedra y de sol. Le acompaña su sombra. En los ojos de Canek se ha encendido la sangre de los indios. La sombra de Canek es roja.
Adiós Madrid. Vuelvo a vivir. Dura raíz, siento al partir que algo de mí se queda aquí ya para siempre: la ardiente ilusión de quererte, ser fuerte y dejarte, sin dejar de amarte.
La historia de mi vida ha sido una historia de amor. ¿De amor? ¡De soledad! De soledad y amor. De soledad. Sexualmente muy ardiente