Si fueramos una partida de pedantes que contempláramos el mundo desde la atalaya de la suficiencia y de la infabilidad, empleando siempre los mismos procedimientos de lucha y la misma táctica, sin preocuparnos de los cambios de situación, entonces no seríamos el Partido del proletariado.
El éxito que tuve en el match contra Capablanca se debe, ante todo, a mi superioridad psicológica. Capablanca jugaba confiando casi exclusivamente en su extraordinario talento intuitivo. En general, hay que conocer bien al adversario antes de empezar a jugar. Así, la partida se convierte en el medidor del individualismo y del amor propio, que juega un papel enorme en el resultado del juego
No somos gente sencilla que cree en la felicidad, ni alfeñiques que caen a tierra desolados ante el primer revés, ni escépticos que observan el esfuerzo sangriento de la marcha de la humanidad desde las alturas de una inteligencia burlesca y estéril. Creyendo en la lucha, aunque sin abrigar ninguna ilusión al respecto, estamos armados contra toda desilusión.
El amor puede incluso detener la marcha del tiempo.
Con el rechazo de los pretendientes, o la salida fuera de los límites, comienza la aventura. Entras en un terreno no protegido, nuevo. No puedes ser creativo a menos que dejes atrás lo limitado, lo fijado, todas las reglas.
Cuando exista un Día del Macho Ibérico o un Día de la Tía salida me parecerá bien que haya un Día del Orgullo Gay
El reloj, en mi muñeca, dice que son las cinco de la tarde. La hora de los adioses, la hora en que la misma tarde agita nubecillas en despedida
Se apoyaron sus brazos sobre la mesa y la rubia cabeza se desplomó pesadamente sobre ellos. Una mirada más de eterna despedida y se cerró la puerta tras de mí. Había empezado a abrirse entre nosotros el inmenso abismo de la separación