El Buda y los monjes y monjas de su tiempo tan sólo poseían tres hábitos y un cuenco, pero eran felices porque tenían algo sumamente precioso: la libertad.
Mientras las universidades logran robots que se parecen cada vez más a los seres humanos, no sólo por su inteligencia probada sino ahora también por sus habilidades de expresar y recibir emociones, los hábitos consumistas nos están haciendo cada vez más similares a los robots